Un historiador escribió: «Con la necesidad moderna de ganar tiempo, de ocupar todos los instantes, de acelerar su ritmo, por falta de poder extender su duración, perduran la obsesión por la muerte y el incurable deseo de inmortalidad».
Muchos de nuestros contemporáneos creen que apresurar el ritmo es una ganancia de tiempo; por lo tanto viven siempre atareados, tensos, agitados, agobiados… Se forjan nuevas obligaciones que van cada vez más rápido y más lejos. Vivir en un mundo ruidoso y bajo presión influye en el ser humano. Muchos están “trabajados y cargados”. Pero esta agitación, ¿encubriría el temor a la muerte o a tener que reflexionar en el sentido de la vida?
El creyente, enseñado por la Escritura, posee certezas. Al conocer a Jesucristo, el ser humano puede vivir libre. Aún hoy, Jesús dice: “Venid a mí… os haré descansar”. Aun en situaciones difíciles, Jesús trae la paz a la conciencia y al corazón, la serenidad y el reposo al espíritu, y una nueva orientación; Él da a nuestra vida su verdadera dimensión.
Jesucristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4). El cristiano está en el mundo pero no forma parte de él. Aprecia la proximidad del Señor Jesús y su gozo es hacer la voluntad de Dios.
Muchos de nuestros contemporáneos creen que apresurar el ritmo es una ganancia de tiempo; por lo tanto viven siempre atareados, tensos, agitados, agobiados… Se forjan nuevas obligaciones que van cada vez más rápido y más lejos. Vivir en un mundo ruidoso y bajo presión influye en el ser humano. Muchos están “trabajados y cargados”. Pero esta agitación, ¿encubriría el temor a la muerte o a tener que reflexionar en el sentido de la vida?
El creyente, enseñado por la Escritura, posee certezas. Al conocer a Jesucristo, el ser humano puede vivir libre. Aún hoy, Jesús dice: “Venid a mí… os haré descansar”. Aun en situaciones difíciles, Jesús trae la paz a la conciencia y al corazón, la serenidad y el reposo al espíritu, y una nueva orientación; Él da a nuestra vida su verdadera dimensión.
Jesucristo “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4). El cristiano está en el mundo pero no forma parte de él. Aprecia la proximidad del Señor Jesús y su gozo es hacer la voluntad de Dios.
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