Mardoqueo tenía una prima llamada Jadasá. Esta joven, conocida también como Ester, a quien había criado porque era huérfana de padre y madre, tenía una figura atractiva y era muy hermosa. Al morir sus padres, Mardoqueo la adoptó como su hija. Ester 2:7.
Todos tenemos un pasado. La historia familiar nos acompaña desde que nacimos y lo hará durante toda la vida. Para muchos pensar en el pasado es recordar situaciones traumáticas de abandono, de pérdidas, de sentimientos de infelicidad y hasta escenas de violencia regresan a la mente, frescas y actuales.
Todas estas experiencias que están archivadas en nuestra mente son resucitadas para dañar el presente, atándonos al dolor del pasado y deteniendo cualquier iniciativa de ponernos de pie y mirar al futuro con esperanza.
Parece que esto les pasa a algunos, lo cierto es que todos funcionamos de esta manera, luchando en nuestra mente con pensamientos dominantes capaces de abortar cada intento de superación que podamos tener. Pablo decía que no ignoramos las maquinaciones del diablo y su escasa capacidad para detener nuestro andar y lograr que no cumplamos el propósito de Dios en la tierra.
Recordemos que el diablo esta vencido. Sin embargo sus estrategias son conocidas y podemos contrarrestarlas en el poder de Jesús.
Ester, huérfana, criada en otra región por un primo mayor que ella, decide sobreponerse a su pasado doloroso y asumir un compromiso que luego la llevaría a cambiar el destino de toda una generación de judíos.
Si seguimos atados al pasado nuestra vida no llevara fruto, si dejamos los recuerdos dolorosos a los pies de la cruz el Señor romperá las cadenas y nos dará libertad en la mente y en el corazón. Somos el resultado de la gracia de Dios en nuestras vidas. No le creamos al diablo.
Oración: Señor te entrego mis heridas para que las sanes, quiero ser y hacer lo que soñaste de mi.
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